"Teatro sobre plano" de Ruth Vilar

 
Una obra dramática breve con planos de Roger Vilà

(¡Qué alegría que empieces a leer por el principio! No sabes cuánta gente se salta estas líneas en cursiva, las que están escritas con la letra inclinada, porque no las entienden; hay montones de gente que se lanzan derechitos a los diálogos. Se ve que sólo les interesa lo que van diciendo los personajes: lo que se dicen unos a otros, lo que le dicen al público… Total, que se dejan las «acotaciones» o «didascalias» ‒ya ves que estas líneas tienen nombres misteriosos que asustan a los miedosos: quizá sea ése el motivo por el que tanta gente huye de ellas‒; se las dejan y pasa lo que pasa. Pasa, ni más ni menos, lo mismo que pasaría si de una novela te leyeses una página sí y otra no, o si cuando un amigo te contase algo fueses tapándote las orejas cada siete sílabas: ¡que así no hay quien se entere de nada! Las «acotaciones» contienen información interesante: dónde sucede la historia, quién entra al escenario y qué hace allí, con quién habla, cómo se siente y cuándo se va. Antes de tomar la palabra, no está de más saber todas estas cosas, ¿no te parece? Eso sí, las acotaciones son instrucciones silenciosas. No hace falta decirlas delante del público. Tampoco decimos el nombre que nos anuncia qué personaje va a hablar. Entonces ¿qué decimos en voz alta? Las «réplicas» ‒otra palabra teatral misteriosa: una «réplica» es sencillamente el párrafo, la frase o la palabra con que interviene un personaje, desde que empieza a hablar y hasta que se calla, bien porque ya no tiene nada más que decir o bien porque otro le responde o le interrumpe‒. Las decimos claramente, sin gritar y sin farfullar, asegurándonos de que nos oiga y entienda el espectador que se siente más lejos. ¿Probamos? Esta obra sucede en un espacio de tres metros de largo y dos de ancho. Si tu casa es pequeña, no hay problema: puedes ensayar la representación en un escenario de un metro y medio de largo por un metro y medio de ancho. Si tu casa es aún más pequeña, sienta al público de cara a la mesa del comedor, dejando en medio suficiente sitio para moverte libremente; cuando empiecen a aparecer objetos en la obra, en lugar de colocarlos en el suelo, deposítalos encima de la mesa.

Al comienzo de la función, el escenario ‒o la mesa‒ están vacíos. Entra el PRESENTADOR, que puede ser interpretado, indistintamente, por un actor o por una actriz. De hecho, todos los personajes de esta obra pueden ser hombres o mujeres, niños o niñas.)

PRESENTADOR. Queridos espectadores: poneos bien cómodos en vuestros asientos y preparaos para asistir a la representación de esta comedia de andar por casa. La obra se titula «Teatro sobre plano». Guardad silencio y prestad atención: por una vez sois vosotros, los adultos sabelotodo, quienes escucháis, y nosotros, los niños inquietos, quienes hablamos. ¿Estáis a punto? ¡Empieza la función!

(¿Te has atrevido a leer en voz alta esta primera réplica? ¡Bien hecho! Eso es ensayar; puedes empezar a decir tus frases con el papel en la mano y aprendértelas a medida que ensayas. Pero ¡cuidado!: no las repitas como lo haría una cacatúa amaestrada. Para decir una réplica ‒o una obra entera‒ y que el público la entienda y la disfrute, hace falta que primero la entiendas y la disfrutes tú. A tu edad, ya te habrás dado cuenta de que a los mayores les basta con que recites cualquier tontería con cara de niño mono para quedarse con la boca abierta; también habrás notado que, si te disfrazas, el efecto que ejerces sobre ellos se multiplica. Es agradable que te admiren, ¿verdad? Pero ¿quieres que te sigan admirando de la misma manera que cuando tenías tres años y cantabas «a mi burro, a mi burro le duele la cabeza» poniéndote las manos encima de la mollera? Ahora ya eres capaz de discurrir y de eso trata esta obra: de que pienses, sientas y te expreses delante de tus espectadores. Antes de continuar, debo confesarte que cuando he escrito «nosotros, los niños inquietos» en la primera intervención del PRESENTADOR, he tomado prestada esta expresión del título de un libro que me gusta muchísimo: Lecciones de poesía para niños inquietos, del poeta granadino Luis García Montero. ¡Anímate a buscarlo en la biblioteca o a pedirlo en una librería! Seguro que después de leerlo, también tú te considerarás un niño inquieto: alguien que piensa, que siente y que se expresa.)


PRESENTADOR. Cuando los niños vamos al teatro, el escenario está siempre lleno de animales prodigiosos, de seres fantásticos o de actores que cantan y bailan con vestidos de todos los colores. Nos divierten estas obras, es verdad. Pero también tenemos otros gustos y, sobre todo, otras preocupaciones. Por eso, hoy os presentamos una obra de teatro político. Para los que no sepáis qué es «teatro político», diré que no es un tipo de teatro en el que la gente grita y se insulta, como hacen los políticos por la televisión. Tampoco hay nadie soltando un mitin con la cara colorada por el esfuerzo. Lo que vais a ver representado aquí es un problema. No nos lo hemos inventado nosotros, ni tampoco la señora que ha escrito la obra. Es un problema que existe. ¡Ojalá al final, entre todos, se nos ocurra cómo ponerle remedio!


(El PRESENTADOR sale del escenario. Si esta réplica se te ha resistido un poco, no te desanimes. Vuelve a leerla en silencio para entenderla mejor. Luego, repítela en voz alta sin correr, intentando dejar bien clara cada palabra. Piensa que, cuando estés actuando, los que te mirarán no habrán leído nunca la obra y necesitarán que se la cuentes tú con mucho cuidado. Hemos quedado, por tanto, en que esto va a ser teatro político. Hablaremos sobre el derecho de los niños a ocupar un lugar en el mundo y a decidir qué lugar es ése. Si ahora me dices: «¡Pero si eso no es un problema!», me pondré la mar de contenta. ¿Para ti no lo es? ¡Qué suerte tienes! Es un problema que ese derecho no siempre se respete. Y aunque te hayan dicho que para hacer teatro el vestuario es imprescindible, mucho me temo que para hablar de este tema no te va a hacer falta ropa de pirata, de princesa, de superhéroe, de taxista ni de nada. Con ir vestido como tú vayas es suficiente. Lo que necesitarás es la cabeza clara: si sabes lo que dices, todo irá bien aunque te equivoques en algún momento. Bastará con que respires y repitas la frase que se te haya olvidado, atragantado o enredado. Si puedes ensayar y representar esta obra con otros niños, será estupendo. Si no te queda más remedio que hacerla tú solo, no te preocupes: puedes interpretar más de un personaje cambiando el volumen y el tono de la voz, la pronunciación y la intención con que dices las réplicas, la forma de moverte y gesticular… ¿Seguimos? El escenario está vacío. Entra un VIEJO.)


VIEJO. Hace más años que legañas tienen los lirones, la tierra era toda naturaleza: campo abierto y agua limpia. Por las praderas, verdes como hojas de limonero, corría desnuda la gente. Cuando hacía calor se bañaban hasta en los charcos, y se abrigaban unos a otros dándose besos y compartiendo guisos si apretaba el frío. Los obstáculos los imponía la tierra misma: había caminos escarpados, inamovibles montes de cimas remotas, mares insondables. Pero la gente, a base de charcos, de besos y de guisos, se fue volviendo generosa y lista: ya no les bastaba con echar carreras y darse chapuzones, querían además hacerse la vida más fácil unos a otros, y pronto averiguaron cómo. Así fue como surgieron los problemas.


(El VIEJO sale del escenario. ¡Anda, pues no va el VIEJO y dice que los problemas vinieron de las ganas de hacerse felices unos a otros! ¿Tú crees que puede nacer algo malo de un buen deseo? Yo sé lo que yo pienso, pero eres tú quien debe reflexionar y argumentar tus propias opiniones. No todo lo que dicen los libros –o las revistas– es verdad. Puedes no estar de acuerdo con lo que digan el VIEJO o cualquier otro personaje y aun así interpretarlos de maravilla. Ni todos los personajes que nos son simpáticos aciertan siempre, ni se equivocan o mienten sin parar los que nos caen antipáticos. Lo que tú decidas sobre sus ideas modificará la forma en que los representarás. Por otra parte, habrás notado que hasta ahora tanto el PRESENTADOR como el VIEJO se han dirigido directamente al público. En cambio, en las próximas escenas los personajes hablarán para sí mismos, como si estuviesen solos y pensasen en voz alta. También empezarán a traer objetos que irán dejando en el escenario. Serán cosas simples, trastos que podrás encontrar en casa. Ves reuniéndolos mientras duren los ensayos y tenlos todos a punto el día de la representación. Es justo que tu familia sepa qué necesitas y durante cuánto tiempo vas a usarlo; incluso pueden ayudarte a escoger el tamaño o el color más adecuado para cada cosa. Pero, si de verdad quieres montar tú la obra ‒por tu cuenta o en compañía‒, es responsabilidad tuya preparar y guardar el material. Los llorones, los mandones o los niños que quieren que se lo den todo masticado no hacen teatro político. Y, del mismo modo que en tus juegos conviertes un lápiz en una jabalina o en una varita mágica, en el teatro basta con que tú digas que un objeto es otra cosa para que los espectadores, en su imaginación, lo vean como tal. El escenario sigue vacío cuando entra el CAMINANTE.)


CAMINANTE. ¡Qué camino éste,

tan largo, tan plano,

tan seco, tan feo

y tan solitario!

Se me echará encima

la noche nocturna,

como si lo viese,

y a mi alrededor

no hay ni un triste techo,

ni un refugio amable,

ni una húmeda cueva.

¡Con lo mal que duermo

en el suelo al raso!

No quiero que nadie,

cuando esté de paso,

pase este suplicio

que ahora yo paso.

¡Vengan los ladrillos,

ventanas, tejados!

De casas yo siembro

en un pispás el prado.


(Sale por donde entró y vuelve con varias cajas de cartón vacías –cajas de cereales, de galletas-. Las reparte por el escenario y sale por el otro lado, silbando satisfecho. Este monólogo tiene un peligro: como está escrito en verso, puede sonarte repetitivo y cursi. El secreto está en decirlo sin tonillos. Antiguamente, estos textos se recitaban con mucho énfasis y haciendo grandes pausas al final de cada línea. Quizá a ti te han enseñado a leerlos así. Sin embargo, lo que cuenta aquí –tanto o más que en los textos en prosa– es que comprendas y que hagas comprensible lo que dices. El cambio de renglón te ayuda a notar mejor el ritmo y te muestra la rima si es que la hay, pero no encontrarás allí ninguna señal de «STOP» que te obligue a detenerte. Practica la réplica con naturalidad, como si estuvieses usando tus propias palabras. Entra el CARRETERO. Conduce un carro tirado por dos burros, pero carro y burros son invisibles.)


CARRETERO. ¡Casas y casas y casas! ¡Si yo no quiero parar! A mí me esperan en la otra punta del mundo y me va a caer una buena bronca si no llego a tiempo para descargar el carro y volver a cargarlo y cruzar de nuevo el mundo de punta a punta… ¡Y me llenan el sendero pedregoso de casas y casas y casas! ¡Pobre del que tenga prisa y deba cruzar estos parajes! No le deseo lo que yo estoy padeciendo. A esto le pongo yo remedio ¡como que soy carretero! (Sale por donde entró y vuelve con un par de rollos de papel de higiénico o de cocina. Los despliega haciéndolos rodar.) ¡Menudas carreteras me han salido! ¡De tomo y lomo! ¡Y qué bien que se va! Arre, pollinos, que aún nos queda un trecho.


(Sale por el otro lado, conduciendo el carro y silbando satisfecho. Como ya supondrás, no usarás rollos distintos cada día que ensayes o representes «Teatro sobre plano». Cuando se acabe la función, vuelve a enrollar el papel. En el teatro, reutilizamos todo el material tantas veces como repetimos la obra. Entra el POLÍTICO.)

POLÍTICO. ¡Qué sorpresa! Un lugar deshabitado… Hace falta aquí alguien apuesto y con dotes de mando. ¡Como yo! ¡Quién me lo iba a decir, que acabaría metido en política! Pero está este sitio tan abandonado y yo tengo tanta vocación de servicio. ¡Nada, a gobernar se ha dicho! ¿Qué podría decidir, para empezar? ¡Ya lo tengo! Inauguraré un enorme edificio, carísimo y extravagante. (Sale por donde entró y vuelve con un cubo. Lo planta en el suelo con solemnidad.) ¡Quedan abiertas las puertas del ayuntamiento! ¡Bravo, bravo! (Se aplaude y se saluda a sí mismo sin ningún pudor.) Gracias, gracias, amado pueblo. No cabe duda de que podéis estar orgullosos de ser mis súbditos. ¿Queréis hacerme un homenaje? ¡Claro, claro! No esperemos más. (Sale por donde entró y vuelve con varias botellas de plástico. Las deposita en el suelo, una a una, en distintos rincones, con mucho bombo.) ¡Monumento a mí, por lo guapo que soy y lo mucho que sé! ¡Monumento a los macarrones con tomate, porque son mi plato favorito! ¡Monumento en conmemoración de mi cumpleaños! ¡Monumento a mi loro tropical Bartolomé! ¡Monumento a la rueda de repuesto de mi coche! ¡Monumento! ¡Monumento! ¡Monumento! (Suspira, exhausto.) Ya no me queda nada por hacer aquí. Parto a buscar nuevos pueblos que necesiten quién los gobierne.

(El POLÍTICO sale. Las botellas de plástico pueden ser de formas, tamaños y colores variados. Así el conjunto parecerá más monumental. El personaje que viene a continuación es el más abstracto de todos, un URBANISTA FILÓSOFO. ¿Cómo habla? ¿Cómo se mueve? ¿A quién se parece? Todo esto te corresponde a ti inventártelo. Te diré que le preocupa el uso que se hace del espacio, y viene cargado de buenas intenciones y de vallas. Las vallas las habrás construido con hojas de papel de periódico: coge una y retuércela hasta que te quede una especie de cuerda arrugada; haz lo mismo con otra, y otra… Entra el URBANISTA FILÓSOFO.)

URBANISTA FILÓSOFO. En nombre de la escuadra y el cartabón, ¡qué follón! Este desorden urbano es inhumano y habrá que meterle mano. Dividamos esto en barrios, o en distritos, que son mucho más bonitos. (Marca con vallas las divisiones, creando cuadrados o rectángulos en diferentes zonas.) Avenidas paralelas, calles, plazas y parcelas. Esto ya es más razonable: un lugar aprovechable. En un sitio embarullado donde está todo mezclado, amontonado, embrollado, no hay quien viva. ¿Qué es lo que importa en la vida? Salud, dinero y amor, ya lo dice la canción. (Se saca del bolsillo un bloc de notas adhesivas. Va escribiendo en cada una de ellas «salud», «dinero» o «amor» y las va pegando en los espacios que ha creado.) Como el enamorado es feliz en cualquier lado, al amor le asignaremos el distrito más estrecho y el barrio más apartado. El dinero siempre falta… vamos a darle un buen sitio a ver si viene a menudo a llenarnos el bolsillo: en esta parcela inmensa, en este cuadrado enorme, en esta céntrica plaza. Y a la salud, por si acaso, le guardamos un rincón, no resulte que un día de estos el enfermo sea yo.

(Sale el URBANISTA FILÓSOFO. Hablaba también en rima, pero esta vez sin versos. Como antes, no hace falta que subrayes la rima sino que te concentres en el significado de lo que dice. Los personajes que siguen entran, hablan poco, colocan su objeto y salen. Entra el HOMBRE DEL CAMPO con tres toallas pequeñas.)

HOMBRE DEL CAMPO. Para que haya comida, bien tendrá que crecer. Aquí un par de huertos: de tomates, alcachofas, ajos tiernos… allí una granja: de gorrinos y vacas lecheras…


(Sale. Entra el PROMOTOR con un buen puñado de calcetines.)


PROMOTOR. Lo que aquí falta es actividad deportiva, espectacular y aeronáutica. Hay que llenarlo todo de pistas: (mientras habla, coloca los calcetines donde le da la gana) de tenis, de hockey, de hipódromo, de circo, de baile, de aterrizaje. Pistas privadas para socios acreditados. ¡Vivan las pistas!


(Sale. Entra el INDUSTRIAL con unos cuantos cojines.)


INDUSTRIAL. ¿Y la producción? ¿Sabrá la gente que cuanto usan debe antes fabricarse? Es imprescindible instalar un polígono industrial aquí, otro aquí, otro aquí… ¡Cadenas de montaje en marcha! ¡A toda máquina!

(Sale. Entra el BASURERO con abundantes bolas de papel arrugado.)

BASURERO. ¿Dónde meto todo esto? Aquí no coge ni un alfiler… Haré un huequito donde no se note mucho, que no se me queje nadie, y… (Reparte las bolas por el suelo.) ¡Hala!, ya tenemos unos cuantos vertederos y algún que otro desguace.

(Sale. Entra el NIÑO con una pelota. Intenta encontrar un espacio vacío donde jugar.)

NIÑO. El mundo debe de estar muy bien equipado, seguro que no falta de nada. Pero ¿por qué a nosotros no nos han guardado un sitio? ¿Cómo podemos jugar, cómo podemos vivir, donde no se cabe?

(Sale el NIÑO con su pelota. Entra el PRESENTADOR.)

PRESENTADOR. Queridos espectadores: hasta aquí llega la primera parte de «Teatro sobre plano». ¡Pero la representación no ha hecho más que empezar! A partir de este momento, vosotros sois los actores. De uno en uno, sin impaciencia ni vergüenza, os invito a salir a escena representando un personaje. ¿Cuál? Uno que proponga una solución para este terrible problema. No nos la contéis desde vuestro asiento. Salid, tomad la palabra y ponedla en práctica. Será el resto del público quien decidirá si ya lo habéis arreglado todo o si aún queda trabajo por hacer. ¡Adelante! ¡Manos a la obra!

(De eso se trata, ni más ni menos: de que sea el público quien se atreva a actuar también y quien busque contigo el mejor remedio para tanto despropósito. Esta segunda parte no necesita ensayo: hay que pensar e interpretar sobre la marcha. Al final de cada intervención, mirad qué ha cambiado y votad si ésa os parece la mejor opción. El Teatro Foro –que es como se llama este sistema de debate a través del teatro– no me lo he inventado yo. Aunque desde siempre una de las funciones del teatro haya sido poner en evidencia los problemas, fue el brasileño Augusto Boal quien subió a los espectadores al escenario para manifestar cómo creían que podían cambiarse las cosas. No hay una única respuesta posible, así que las propuestas y los personajes pueden sucederse hasta que consigáis proyectar un mundo mejor o hasta que se os acaben las ideas.)

"Teatro sobre plano", de Ruth Vilar (ilustraciones de Roger Vilà).
Revista Quimera, abril del 2011.